No faltaron, principalmente en la derecha, quienes se escandalizaron con una declaración de Camila Vallejo sobre la posibilidad de participación del PC y los movimientos sociales en un eventual gobierno anti neoliberal, que decía textualmente: “Nuestro tema central es estar afuera y adentro trabajando y avanzando”.
“Esa es la historia de nuestro partido” –recordó- “Cuando fuimos gobierno con González Videla mantuvimos siempre el trabajo en el movimiento sindical y social. Nunca hemos abandonado ese principio y criticamos a los gobiernos de la Concertación, porque desvincularon el trabajo político del trabajo en la calle, además que bloquearon muchas iniciativas positivas para el país”.
Ahora que la ex presidenta Michelle Bachelet anuncia que regresa al país deben comenzar a aclararse posiciones, más aún cuando el senador Ignacio Walker acaba de ser reelecto presidente de la DC aunque la mitad del electorado votó por Aldo Cornejo. Pero, volviendo a la afirmación de Camila, continuaba: “Vamos a estar así, como decía Walker, aunque no le guste a la DC. Nosotros vamos a ser fieles a nuestro compromiso con nuestras posiciones. Somos consecuentes con nuestras ideas políticas y con lo que hemos trabajado”.
Los pre candidatos presidenciales de la oposición ya saben que el PC le dá absoluta prioridad a las bases programáticas acordadas por todos los sectores, conjuntamente con una lista única de candidatos a parlamentarios y, finalmente, un nombre único para la Presidencia de la República, que asuma plenamente los ejes programáticos acordados por toda la oposición.
Los comunistas forman parte del movimiento social desde hace más de cien años, integrando sus bases, organizando sindicatos, juntas de vecinos, uniones comunales, federaciones estudiantiles; participando en huelgas, marchas, protestas y en las acciones que correspondan –en dictadura o democracia- para defender los derechos y las conquistas de los trabajadores, las mujeres, los jóvenes, estudiantes, pobladores, tercera edad, campesinos, diversidad sexual y minorías étnicas.
Apoyaron decididamente a los gobiernos del Frente Popular en el pasado y al gobierno del doctor Salvador Allende hace ya cuatro décadas. Entre otras personalidades, la esposa del mandatario, Hortensia Bussi destacaba a menudo la fidelidad del PC al proyecto de la Unidad Popular. Millares de presos políticos, desaparecidos, torturados, exiliados y exonerados lo testimonian fehacientemente.
En la actual coyuntura histórica, cualquier acuerdo político debe ser garantizado, en un clima de confianza mutua, para el cumplimiento de los ejes programáticos porque, en caso de postergaciones, olvidos, oposición o rechazo, los votantes –el pueblo- tomará nota de ello y exigirá responder a las partes involucradas en el acuerdo.
Tiene absoluta razón Camila cuando aduce que los movimientos sociales, llamados a colaborar en la tarea de reconstruir Chile junto a partidos políticos y sectores independientes, deben mantenerse siempre alertas. Mientras no exista legalmente la figura de la revocación en los cargos de representación popular por incumplimiento, la gente –o el pueblo- tiene derecho a demandar respeto a los acuerdos y al programa ofrecido al país.
Con la principal candidata de la oposición dispuesta a volver a Chile habría que apurar el tranco de todos los temas pendientes, en conversaciones bilaterales, en gestiones con otros sectores como el PRO, MAS, IC e independientes para conformar cuanto antes la nómina única de candidatos parlamentarios. Asimismo, la comisión que estudia los cinco ejes programáticos debe terminar de afinar el acuerdo y finalmente, todos en conjunto, convocar o no a primarias presidenciales.
Nadie tiene asegurado ningún cupo y hay que ganárselo en la calle, en los casa a casa, puerta a puerta, en las ferias y también en las marchas estudiantiles y protestas regionales o sectoriales. Como ocurrió en Magallanes, Aysén, Lota, Freirina, Pelequén, Arica, Calama y otros lugares, Como debe ser en democracia. Es decir, los sectores progresistas se mantienen expectantes, con un pie en la calle y otro en La Moneda, pese a quien le pese.