Lo dejó dicho Salvador Allende, y ese mensaje fue retomado por
millones de chilenas y chilenos que, particularmente en estos últimos
años, han recorrido calles y carreteras, copado plazas y caminos para
marcar un rumbo cierto: el de los cambios profundos.
El
pueblo confía en sí mismo, y se prepara para ser decisivo protagonista
de su propia historia, enderezar su destino, afirmar su múltiple
identidad.
Al cumplirse 40 años del golpe
militar-empresarial, teleguiado por el enemigo fiel de los pueblos, el
imperialismo yanqui, Chile pasa revista a ese episodio trágico y pone en
el banquillo de la historia a quienes aun están cometiendo crímenes de
lesa humanidad al negar la verdad y sostener la impunidad.
La
salida pactada con el propio dictador y las fuerzas políticas que lo
sustentaron, dio lugar a un extenso período durante el cual el pueblo
fue paulatinamente arrinconado, desconociendo que había sido su lucha la
que hizo posible que el despreciable traidor abandonara al menos La
Moneda.
Pero las agudas consecuencias de las políticas
neoliberales, al caer con brutalidad sobre los hombros de la mayoría
nacional, hizo su camino y tanto los trabajadores como los estudiantes,
los jóvenes en general, así como los excluidos por el centralismo, las
mujeres, los pueblos originarios, comenzaron el lento reaprendizaje de
la conciencia. Y se levantaron, unidos y en lucha. Así, el país comenzó a
conocer las alegres y combativas movilizaciones. Así, se volvió a
hablar de educación pública, gratuita y de calidad; de la salud como un
derecho, de la vivienda como un sueño realizable, de la democracia
representativa como un derecho inalienable. En otras palabras, el pueblo
volvió a ser ciudadano.
A favor de una institucionalidad
diabólicamente diseñada para ello, la derecha política fue sobre
representada en el parlamento, y a pesar de perder elección tras
elección siguió imponiendo sus intereses.
La elección de Sebastián
Piñera a la presidencia de la república, halla su explicación en el
descrédito de la única forma de hacer política que era posible sin
atreverse a rebalsar los marcos estrechos de la institucionalidad
pinochetista.
Y eso fue, precisamente, lo que comenzaron a hacer
las grandes masas que se han movilizado en este último tiempo: rechazar
la lógica impuesta por una extrema minoría, y diseñar un programa basado
en la realidad de un país que, como lo dijera genialmente Violeta
Parra, “limita al centro de la injusticia”.
Hoy el pueblo
se ha constituido en una Nueva Mayoría. Es cierto que no están en ella
todos los que han protestado y han argumentado los cambios. Y nadie
podría, ni aun en nombre de la más noble de las causas, desconocer su
derecho a expresarse y a postular sus propios programas y, en esta
coyuntura electoral, sus propias candidaturas.
Entre
quienes postulan al parlamento, destaca en la lista de la Nueva Mayoría
el pequeño grupo de candidatos levantados por el Partido Comunista. De
sus nueve representantes, 3 son mujeres: Lorena Pizarro, Karol Cariola y
Camila Vallejo. Un reconocido dirigente sindical, Cristián Cuevas,
simboliza la presencia de los trabajadores. En Jorge Coulon se
representa el arte más comprometido y el nexo del hoy con el cercano
pasado de la Nueva Canción Chilena y el estrecho maridaje de lo
político-social y lo cultural. Además de la presencia en la lista
comunista de la presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos
Desaparecidos, los derechos humanos se hacen presentes en la figura de
su abogado defensor y actual diputado Hugo Gutiérrez. La juventud, que
no tiene por qué pedir permiso para representarse a sí misma y
postularse a la vez como portadora de todas las esperanzas, sin
complejos ni conflictos generacionales, se halla presente en la figura
de la secretaria general de las Juventudes Comunistas y ex dirigente
estudiantil Karol Cariola; así como en Camila Vallejo, cuyo nombre está
ligado indisolublemente a los momentos más altos y lúcidos de las
movilizaciones por el derecho a la educación. Jóvenes son también
Cristián Cuevas y Daniel Núñez, exponente éste último de una generación
que también aporta desde el estudio y la cátedra. Guillermo Teillier y
Lautaro Carmona –presidente y secretario general, de su partido- también
candidatos a una merecida reelección, representan la continuidad y
vigencia plena de un partido político de innegable raigambre nacional,
que al filo de su centenario da nuevas muestras de su profunda vocación
unitaria en defensa de los trabajadores y del conjunto del pueblo, en su
permanente lucha por alcanzar nuevas y más altas conquistas que
acerquen la anhelada meta de una sociedad democrática y con justicia
social.
En el sur del país, Abernego Mardones, representa
al PC como candidato al senado. Su largo historial al servicio de su
clase y de su zona, la circunscripción de Los Ríos, manifiesta la
voluntad de los comunistas de dar su testimonio y hacer su aporte allí
donde la causa unitaria lo haga necesario.
La etapa que se
inicia hoy será intensa y no libre de conflictos y aun de
contradicciones. Será la voluntad de las mayorías la que imponga la
unidad en torno a las grandes metas que ellas mismas han diseñado. Tal
es su mandato.