Carta de la actriz Malucha Pinto a los Estudiantes

Estoy emocionada y quiero compartirlo de puro contenta, de puro esperanzada en que efectivamente estén soplando vientos nuevos y los cambios sean posibles en el terruño.

Los chicos y chicas se convocan en la calle.

Ha sido masivo, muy bien organizado.

Ha sido en distintos puntos del país.

Marchan con tambores roncos y evocadores, máscaras, estatuas humanas, maquillados, disfrazados, con divertidos carteles, llenos de colores, con la alegría sana de los que se llevan el mundo por delante.

También hubo hechos de violencia, es verdad… ¡Gran tema! Hay que reflexionar y conversar al respecto. Para la próxima. Pero me quedo con lo primero en esta ocasión. (Yo también me pregunto: ¿Por qué nos niegan las grandes Alamedas?)

Entonces canto a voz en cuello: “Me gustan los estudiantes porque son la levadura….”

Los jóvenes chilenos salen de su imagen medial de “no estoy ni ahí”, para hacerse cargo de sus necesidades, de sus pasiones, de sus ganas de futuro con otra textura y sabor, de su empeño por construir de otra laya y conseguir poner al medio de esta patria azotada por negocios prósperos que colaboran con los bolsillos y el poder de algunos, su dignidad de seres humanos. Los trabajadores, los profesores, los pingüinos solidarizan con estos universitarios liderados por una Camila bella, inteligente e informada.

Son jóvenes,

son jóvenes hartos que salen de la queja que paraliza y toman su amor por la vida y por si mismos,

parece que traen vientos nuevos y frescos de una conciencia que ha pasado por la alquimia de los tiempos.

Los veo diferentes. Qué alegría.

Me asombra lo multitudinario. Muchos años que nadie convocaba a tantos tras una demanda, una propuesta, una mirada, un latido.

Me importas, me importa lo que te pase, lo que te pasa a ti, me pasa a mí, somos uno. La gente del país sigue atenta la marcha, opina, se mete, comenta. Y así lo hace también con HidroAysén y con los mil temas que asoman a diario, temas que nos aquejan, que nos conmueven, que nos despiertan del largo letargo, temas que empiezan a importarnos. Dejamos de ser clientes, consumidores y entramos en la categoría de ciudadanos, aparecen l@s compatriota@s.

Tomo tu mano para poner mis sueños en el territorio nacional, tomo tu mano para encarnar los sueños imposibles que se convierten en posibles si los soñamos juntos. Vuelvo a tomar una mano de un otro que respira y late junto a mí, a sentir su textura, su calor, su humedad para formar redes luminosas de energía creadora y transformadora. Aparece el humano como centro del quehacer nacional.

Permítanme un poco de nostalgia… Imposible no recordarnos, recordarme en las correrías de aquellos años, recordarnos y recordarme con nuestras visiones apasionadas, con nuestro anhelo de construir un mundo de igualdad, justicia, solidaridad aquí en la tierra.

Viéndolos sacar la voz, reunirse, cantar, complotar, conspirar vuelvo a confirmar lo que mi corazón, en un espacio secreto, jamás dejó de creer: Mientras haya uno solo que afirme el amor, este será posible.

¡¡¡¡Vamos que se puede!!! Somos humanos, humanas y necesitamos de un mundo a la medida nuestra. ¿Porqué no? A la calle, a la calle. A conversar y desmadejar temas.