Carta al Honorable Diputado Estay


Patricio Aeschlimann - Editor Ultimátum


Honorable Diputado, permítame desaforarlo desde esta humilde pero sentida columna. Podrá acusarme de injurias, calumnias y cuanta falda halle para esconder su cobarde actuar. Lo que usted ha hecho es impresentable. Que fatídica metáfora nos ha regalado: al verse impedido de romper una bandera con el sueño de millones de chilenos, no le quedó más remedio que arrebatar el sueño de una joven madre. 

En sus brazos, en ese zamarreo descontrolado que quizá cuántas veces ensayó con su mujer, su hija o su madre, se llevó una vida que quería ser vivida. En ese gesto cobarde, con sus pupilas dilatadas producto de la euforia contenida en gramos, en ese honorable baño que guarda los secretos más oscuros de su inmunda conciencia, porque seamos claros, no hay que hacer pericias para constatar que su estado no era normal. Pasó de humano a animal en sólo segundos, sacó su ira contenida, desató su corbata y amarró su suerte a la muerte. Permítame declararle, desde la trinchera que me da esta sincera editorial, mi más completo repudio. Usted es el símbolo del Shile latifundista, un “Señor de la Querencia” entre puras “chinas de mierda”. Un macho alfa, un futre, un semental. Un diputado de la República.

Quisiera cárcel para usted, no por el placer de verlo tras las rejas, sino para que sea la justicia penal la que deje las cosas en claro. Que le den donde más le duela, y de manera literal. Una botella, un fierro, un palo, lo que sea. A ver si vuelve a zamarrear a una mujer, a ver si vuelve a sentarse sin sentir que el sillón desaparecerá entre sus piernas.  Y si cree que esta nota guarda un doble sentido, se equivoca. Tiene un solo objetivo, arrebatarle de inmediato el título de honorable, quitarle los pantalones y dárselos a quien pueda portarlos. Mi solidaridad es hoy con su mujer, su madre y sus hijas que quizá cuanto abuso han debido soportar por el placer de una dieta parlamentaria que no hace adelgazar…
Al contrario.

Fuente: Ultimátum